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Por Jaime Rozas , 14 de diciembre de 2020

Cambio climático: los riesgos que enfrenta la acuicultura nacional

Cochamó es una de las comunas con más alto riesgo, tanto en salmonicultura como mitilicultura. En la imagen, centro salmonero en el estuario de Reloncaví. (Diario Acuícola)
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El Atlas de Riesgos Climáticos para Chile ilustra los principales riesgos que amenazan a la industria acuícola ante las trasformaciones en el clima durante las próximas décadas, entre ellos la pérdida de biomasa y la reducción de producción de ovas y de semillas de mejillón.

Un paulatino decrecimiento de las lluvias y un constante aumento en el número de días de sol, especialmente en verano y otoño. Imperceptibles a simple vista, estas lentas consecuencias que el cambio climático traería en las próximas décadas a la Región de Los Lagos, también tienen la posibilidad de alterar de manera significativa el desarrollo de la principal actividad económica de la zona: la acuicultura.

Desde la pérdida de biomasa de salmones o choritos por floraciones algales nocivas —como ocurrió en 2016—, hasta una menor producción de ovas por menos abastecimiento de agua dulce o una reducción de semillas de mejillón por el aumento de salinidad, la industria acuícola enfrenta eminentes riesgos ante la variabilidad climática y cambio climático.

Y son justamente estos riesgos, sistematizados y explicados de manera interactiva, los que son parte del nuevo Atlas de Riesgos Climáticos para Chile (ARClim), proyecto del Ministerio del Medio Ambiente desarrollado por el Centro de Investigación del Clima y la Resiliencia (CR2) y el Centro de Cambio Global de la Universidad Católica de Chile.

La herramienta digital, lanzada recientemente a todo público, muestra una serie de mapas de riesgo que abarcan una docena de sectores sociales, económicos y ambientales, con el fin de conocer mediante indicadores la magnitud de daños que podrían enfrentar ante el cambio de las condiciones climáticas en las próximas décadas.

Mapa de riesgo de la acuicultura

Y justamente uno de esos sectores analizados es la acuicultura, actividad que en 2019 produjo más de 1,4 millones de toneladas y que también sumó ingresos por exportaciones superiores a los 5300 millones de dólares.

“Nos enfocamos a la salmonicultura y la mitilicultura porque entre las dos actividades hacen prácticamente el 98 % de la producción por volumen en Chile, y casi el 99 % de la producción por valor en Chile, y porque además para los dos sectores hay más información”, explica a Diario Acuícola la Dra. Doris Soto, científica del Centro INCAR de la Universidad de Concepción (UdeC) e investigadora principal del proyecto en el sector acuicultura.

Ella, junto con un equipo de trabajo integrado por una decena de profesionales de instituciones como la Universidad Austral de Chile, la Universidad de Los Lagos, el Instituto de Fomento Pesquero, COPAS Sur-Austral de la UdeC y el Instituto Tecnológico de Mitilicultura, fue la encargada de elaborar los análisis en el ámbito acuícola (y también colaboró en el mapa de la pesca artesanal).

Para ello, presenta análisis de riesgo —de carácter semi cuantitativo— considera tres componentes: la amenaza, (la reducción de precipitaciones, sobre la base de proyecciones de cambio climático en los próximos 50 años, la exposición (la biomasa que se puede perder en el caso de la acuicultura), y la sensibilidad (aquellas características o variables que hacen a este recurso más susceptible de perderse o ser afectado). Los cuales se traducen en un indicador de riesgo climático, equivalente a la probabilidad e intensidad de impactos negativos en el sector analizado.

De esta manera, los investigadores establecieron una escala de riesgo comparativo para distintos lugares geográficos. En el caso de la salmonicultura se usaron las asociaciones de concesiones (barrios), y en el caso la mitilicultura las comunas.

Zonas de riesgo

En el caso de la industria salmonera, la Patagonia norte —estuario y seno de Reloncaví, junto con Hualaihué— presenta más riesgo que regiones más al sur, esencialmente porque la proyección es que será la zona donde habría una mayor reducción de las precipitaciones en las próximas décadas.

En los casos de los barrios 1 y 2 (estuario y seno de Reloncaví, respectivamente), la precipitación media anual descendería en un 9,9 % hacia el año 2065. En comparación, Aysén presentará caídas entre el 4 y el 7 % según la zona, mientras que en Magallanes la precipitación media anual en realidad podría aumentar.

Esto traería como consecuencia menos ingresos de agua dulce a los sistemas de fiordos y mar interior. “Eso significa mayor salinidad en estuarios y en áreas que hoy día están más protegidas para la producción de salmón porque con menor salinidad en general hay menos riesgos frente a ciertos patógenos o enfermedades. En particular nosotros miramos el potencial impacto debido a parasitismo, por ejemplo caligidosis, que tiende a ser mayor cuando las salinidades son más altas”, afirma Doris Soto.

La reducción de precipitaciones también significa más días de sol y de mayor luminosidad, por lo que podría ayudar al incremento de floraciones algales como las ocurridas en el verano-otoño de 2016, que produjeron la muerte de más de 40 000 toneladas de biomasa, en el estuario y seno de Reloncaví.

Por lo mismo, la actividad mitilicultora también se vería afectada. En el caso de la producción de semillas, nuevamente Cochamó sería una de las comunas más afectadas, debido al aumento de la salinidad producto de la disminución de lluvias y dado que ahí se concentra una proporción importante de la captación de semilla.

En el caso de la fase de engorda, nuevamente el aumento de FAN genera el riesgo de perder biomasa para la cosecha y comercialización. Por ejemplo, en Chiloé el número de días con temperaturas sobre 25 °C aumentaría. Por otra parte, la existencia de eventos previos, niveles de toxinas registrados de Alexandrium catenella —la microalga más recurrente en el fenómeno de marea roja—, y la mayor concentración de producción en algunas áreas muestran que Quellón y Queilen son las comunas con mayor riesgo.

Acciones y desafíos

¿Qué hacer entonces ante el riesgo?

Si bien hoy no está del todo entendidas las amenazas y los mecanismos detrás, los riesgos están altamente asociados a la concentración de la producción, tanto salmonera como mitilicultora, en determinadas zonas. En este sentido, se podría reducir si uno maneja de forma más estratégica la distribución espacial de la producción y la densidad de la producción, dice Doris Soto.

“Obviamente es una simplificación, por lo que esto tiene que estar acompañado de otros estudios oceanográficos con mayor precisión”, aclara la investigadora. “Nosotros ponemos mucho énfasis en la capacidad de carga de los ecosistemas. En la medida que se acumula la producción en algunas áreas en el caso de los salmones, ha ido incrementando el ingreso de nutrientes —y eso se considera en la sensibilidad—. Eso sería un factor que puede contribuir al desarrollo de mareas rojas, y por lo tanto son componentes del riesgo que tienen que estar considerados”, señala.

Tampoco hay que olvidar la variabilidad climática, expresada, por ejemplo, en eventos asociados al fenómeno de El Niño, tal como ocurrió con las floraciones algales nocivas de 2016, que golpearon duramente a la Región de Los Lagos. 

“Entonces no es cuestión de que mareas rojas vayan a ocurrir en 30 años más, sino que es probable que eventos sin lluvia ocurran con más frecuencia, por tanto, esto puedo ocurrir este año, puede ocurrir el próximo”, advierte la investigadora.

También es necesario acortar las brechas de conocimiento, en relación a integrar sistemas de información oceanográfica y facilitar la colaboración e integración del conocimiento.

“Nosotros hacemos una simplificación, pero claramente habría que hacer estudios más detallados para sistemas oceanográficos más complejos” asegura Soto. “Ha habido estudios, pero es necesario seguir este camino, integrando la información, mejorando los modelos”.

Finalmente, agrega la investigadora, "es importante destacar que el análisis y mapas de riesgo sirven para poner más atención a las áreas o comunas de mayor riesgo, donde habría que intensificar el monitoreo y seguimiento y también revisar la gestión productiva actual".

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